Sin embargo, si de lo que hablamos es de relaciones de pareja, la mayor parte de los casos de maltrato no llegan al asesinato. Pueden sucederse años de control sobre los propios movimientos, sobre el teléfono, las comunicaciones y el uso de las redes sociales; sobre el gasto, las actividades de ocio, la relación con amistades y familia, la ropa, los estudios, el trabajo; puede ser también la descalificación ante los hijos e hijas, cuando los hay; la humillación pública, la cosificación e incluso la violación sistemática dentro de la misma relación de pareja. Todas ellas violencias derivadas de una misma estructura social, patriarcal y misógina.
A día de hoy, en 2017, entre 80 y 90 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. Esta cifra se incrementa si añadimos a las demás mujeres que no entran en el recuento, por no estar en la definición oficial de “violencia de género”.
Por eso, este 25 de noviembre salimos de nuevo a las calles: para luchar, para gritar que estamos hartas, hartas de la normalización de la violencia, hartas de ver que hay una superestructura machista que no solo no reprime y condena ese maltrato, sino que otorga privilegios a quienes nos agreden. Estamos indignadas de la parálisis e indiferencia de amplios sectores de la sociedad, de administraciones que reducen presupuestos en este campo, de partidos políticos calculadamente equidistantes, de que se apruebe un pacto de Estado desfeministizado, de que muchos hombres se sientan puerilmente acusados cuando tratamos estos temas, de que los machirulos empaticen más y mejor con el victimario que con su víctima.
Nosotras, las mujeres, nos hemos mirado, pensado y repensado. Hemos puesto encima de la mesa los problemas, las soluciones, las consecuencias. Hemos caído, nos hemos levantado. Hemos conseguido derechos y los hemos vuelto a perder. Hemos luchado, callado, gritado, organizado. Nos han insultado, violado, asesinado y victimizado. Hemos sido madres, putas, sumisas, esposas, trabajadoras: doblemente empobrecidas, doblemente precarizadas, doblemente explotadas. Seguimos sin ser protagonistas de la película del mundo, seguimos teniendo el papel subsidiario al que los sistemas patriarcal y capitalista, con su arsenal de violencias, nos arrojan.
Es por ello que desde la Asamblea feminista de Burgos aprovechamos este nuevo 25 de Noviembre para condenar, como siempre:
· Todas las formas de violencia: física, psicológica, sexual, social y simbólica que sufrimos las mujeres.
· Al patriarcado, sus religiones y su moral, responsables de imponer unos roles de género rígidos y estereotipados que fomentan las relaciones de poder que nos someten.
· A la cosificación del cuerpo de las mujeres por parte de la publicidad y los medios de comunicación, así como al proceso de blanqueamiento mediático de la ideología patriarcal detrás de los asesinatos y de los móviles misóginos de los agresores de mujeres, etiquetándolos a menudo como enfermos mentales, planteando el problema desde una perspectiva individual y privada y no como un problema social y político.
Por todo ello, aquí estamos, como siempre, organizadas y en las calles: contra todas las opresiones, contra todas sus violencias ¡armadas de feminismos!
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